Entrevista de Alexia Bréard-Anderson
Soledad Fátima Muñoz:
Tejiendo resistencia y trabajando la memoria
Todas las fotos son de Ananna Rafa.
La luz fría del sol brilla a través de las nubes mientras camino por las veredas tranquilas del East End en Toronto. Me detengo, levantando la vista de mis notas de celular para absorber los últimos rayos de vitamina D antes del atardecer. Doblo una esquina en la casa de al lado y me acerco hasta la puerta lateral de un garaje, iluminada desde la ventana enrollable de arriba.
La puerta abre y Soledad Fátima Muñoz me recibe en su taller con un abrazo cálido y una charla entusiasta, moviendo algunas carpetas y frascos de pigmento natural de un taburete de acero industrial para que coloque mi abrigo. La última vez que nos vimos fue en 2018 en HAVN, un centro cultural en Hamilton, Ontario, donde Soledad exhibió una escultura y realizó un performance para la inauguración de Tie It Off & Count Again curada por Rowan Lynch, compañera mía de tesis. Recuerdo con claridad Soledad y yo compartiendo un cigarrillo en la entrada de la galería, intercambiando cuentos del amor y la frustración de estar eternamente entre mundos. Ambas nacidas en Canadá con raíces en el Sur: yo de Buenos Aires, Argentina y Soledad de Rancagua, Chile.
Cinco años después, nos encontramos en su acogedor taller, donde un importante telar de madera ancla el espacio, acompañado de estantes y archivadores repletos de textiles, arpilleras y pequeños hilos de alambre de cobre. De la pared cuelgan carretes de lana de todos los colores y tamaños, mientras Soledad saca tapiz tras tapiz, mostrándome años de obras artísticas, regalos y colaboraciones. Charlamos de todo por casi tres horas, desde el tejido de sarga hasta las propiedades curativas naturales del pino y la agüita de canelo y nuestro desencanto con las autoproclamadas feministas en la escena artística de la ciudad.
Con una defensa feroz de derechos humanos y una constelación elaborada de sonido y textiles, la práctica de Soledad encarna el espíritu transformativo de la artesanía, revelando una fuerza vigorosa que empodera comunidades, da vida al archivo y marca un camino colectivo hacia la justicia..
AB: Tu práctica está muy enraizada en la experimentación sonora e inmersión sónica. ¿Cómo ha influido la música en tu proceso creativo?
SM: Bueno, la música estuvo siempre, empecé a tocar piano a los cinco años. La primera vez que vi un sintetizador fue en la ARCIS en Santiago, una universidad muy bacán que ya no existe. Allí estudié cine, y aunque mi vida en la secundaria era la música, me acuerdo que cuando me preguntaban “Oye, ¿por qué no estudias música?” yo decía que no me quería estresar con lo que me des estresa.
Unos años después, cuando estudiaba en Emily Carr en Vancouver, aprendí a usar SuperCollider y a construir instrumentos a mano. Y porque tenía que ‘ponerlo en palabras’ porque es lo que te dicen en la escuela de arte, yo decía que quería sacarle sonido a los materiales. Y así empezó! Mi primera obra fue poner un cono de metal gigante (hecho por mi amigo Stefan Sollenius) al lado del tren con un controlador, y sonaba como sintetizador modular pero con vibraciones de otra temporalidad.
AB: En 2014, fundaste el sello discográfico Genero, enfocado en la distribución y representación de mujeres y artistas no binaries en el ámbito sonoro. ¿Cómo surgió eso?
SM: Te soy sincera, fui a ver gente tocar en Nueva York y me di cuenta de que en Vancouver había mujeres que tocaban mucho mejor. (ríe) Y no podía creer que casi ninguna estuviera sacando discos. Salían solamente de grupitos de hombres. Se sentía mucho el desbalance de poder en el escenario, con el DJ hombre arriba de la tarima y la mujer bailadora abajo. Éramos objetos, inanimados casi. Y loquísimo, porque habiendo tocado en bandas desde los 13 años en Chile, ¡nunca había tocado con una mujer! Cuando jammeaba con hombres siempre sentía que tenía que probar que merecía estar ahí. Entonces empecé a sacar discos, pero casi que más importante empecé a invitar a las personas a jam.
AB: Puedo imaginar que estas jams fueron inspiración para establecer CURRENT - simposio de música y arte electrónico. ¿Cómo fue el proceso de crear este espacio para compartir recursos, conocimientos y música dentro una escena tan patriarcal y capitalista?
SM: Claro. Cuando fundamos CURRENT con mi mejor amiga y colega Nancy Lee, nos dimos cuenta que todas las mujeres de color habían pasado por algún tipo de abuso de género ¡Todas! Entonces lo que hicimos fue organizar un panel sobre cómo podríamos mejor ayudar a las mujeres y artistas no binaries en nuestra comunidad y crear espacios y programaciones más inclusivos. Y esto fue mucho antes del movimiento #MeToo, casi que teníamos que volver a explicar el feminismo a la gente. El segundo año obtuvimos fondos y organizamos un simposio masivo. No fue hasta el tercer año, cuando nos dimos cuenta de que todavía éramos de las únicas haciendo este trabajo, que organizamos un programa de mentorship. Queríamos enseñar a la gente cómo postular a plata del gobierno. Y porque valoramos la educación cívica, eso fue lo que hicimos. Fuimos las primeras en pagar a las mentees e invitarlas por una semana para que aprendan a escribir grants, declaraciones de artista y todo. Porque eso no te lo enseñan en el nightlife, no como en las escuelas de arte.
AB: A propósito no te lo enseñan.
SM: Y realmente se ve el impacto. Toda esa gente que fue ahora tienen sus propias iniciativas y son gigantes porque tienen su plata del gobierno! En mi obra, el arte es la excusa, es lo que atrae y reúne a la gente.
AB: ¿Cómo fue el camino desde la música electrónica hacia lo textil?
SM: Me encanta el textil. Son textos, realmente. Más que un libro, porque podes darlo vuelta, podes reconocer tradiciones, bordes, linajes. Y cuando me senté en un telar por primera vez, supe que aquí tenía que estar toda la vida.
Soledad me muestra un librito de tela, tejido completamente a mano con bordecitos crochet y varias técnicas de bordado en cada página.
SM: Este es el libro más importante de mi vida. Me lo hizo Bélgica Castro Fuentes cuando grabamos La Parte de Atrás de la Arpillera para que yo enseñara arpillera. Bélgica es mi mamá arpillerista (ríe). Veo que hay un empuje para reivindicar las arpilleras, pero no las arpilleristas! ¡Qué son tan inteligentes! Yo no soy arpillerista, entonces cuando me piden hacer un taller, siempre prefiero invitar a Bélgica y aunque lo tenga que hacer por internet, ellas son las voces que tenemos que elevar. Porque como ella dice, no se trata de enseñar “técnica”, si no que de realmente entender la arpillera.
Desgraciadamente, el vocabulario visual de Latinoamérica está super influenciado por Europa, y mucho de nuestro textil es una respuesta a la violencia de Estado. Fue en mi búsqueda de materialidad sónica que llegué al cobre y su historia de extractivismo. Chile tuvo una dictadura ¡por el cobre!. Son las entrañas de nuestra tierra, pero al mismo tiempo son tanto sufrimiento.
AB: Me acuerdo la primera obra tuya que vi, FUSE (en Tie It Off & Count Again curado por Rowan Lynch) fue tejida en cobre. ¿Cómo se ha sentido investigar y colaborar con el cobre en tus retratos de Detenidxs Desaparecidxs?
SM: El cobre siempre ha sido tierra y cuerpo. Mi pueblo Rancagua es un pueblo minero entonces yo crecí con el cobre. Y es tan chileno, ¿sabes?. No te puedo explicar lo que pasa cuando veo a un familiar, ver a su familiar en cobre. Han visto esas fotos mil millones de veces en 50 años. Pero en cuanto lo ven en cobre, es una emoción difícil de describir. Y cuando ves eso, nada puede darte más que ese momento de reacción afectiva a tu arte. Se crea un vínculo muy especial. Yo con toda esta gente nos adoramos. Me carga cuando la gente se queda solo con lo visual, pero se que es la miel. El arte es lo que se hace con el objeto. No el objeto, en sí.
AB: ¿Cómo se siente tener “Memoria Entretejida: Recuerdos Permanentes” instalada en Londres 38, un sitio de memoria en Santiago?
Yo realmente pensé que este proyecto iba a venir cuando yo tenía 60 años. Y es loquísimo, porque sabía que los quería poner en Chile, literalmente dónde están ahora.
Nota de autor: Londres 38 es un antiguo centro clandestino de detención política, tortura y exterminio operado por la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA) entre 1973 y 1974. La casa, ubicada en la calle Londres, en el centro de Santiago, fue construida en 1925. Tuvo uso residencial hasta 1970, cuando fue adquirida y utilizada como sede del Partido Socialista hasta 1973. Tras su uso represivo -y como estrategia de ocultamiento- en 1978 la casa fue trasladada al Instituto O’Higgins (organismo de estudios militares) y su numeración cambió a Londres 40. Desde entonces, el espacio ha sido marcado insistentemente como un lugar de encarcelamiento, tortura y desaparición por parte de familiares de personas ejecutadas y desaparecidas, y de supervivientes de centros de detención.
SM: Y esto es lo que investigamos. Los Detenidos Desaparecidos estaban luchando por la nacionalización y protección de los recursos naturales y vino la dictadura y los mató y trató de matar esa ideología. Y dentro de esto… ¿Que desaparece? Desaparecen los recursos naturales, desaparecieron a la gente…Hasta las casas.
A través de Memoria Entretejida, buscamos compartir la historia de violaciones sistemáticas a los derechos humanos ocurridas durante la dictadura y contextualizarlas a la luz del extractivismo actual.
O sea, si puedo hacer esto con arte, ¿para qué voy a hacer un cuadro?
AB: ¿Qué cambia al mostrar tu obra en Canadá?
SM: Cuando hacemos prácticas así super subversivas dentro de estas instituciones, les encanta decir, “Mira lo tolerantes que somos, mira lo que mostramos, una crítica a nosotros mismos.” Le damos más a ellos que ellos a nosotros. Le damos capital cultural. Por esto no me gusta mostrar en instituciones así. Las únicas veces que he mostrado en instituciones han sido re traumatizantes y horribles. Pero a la vez, entiendo que hay un propósito. Héctor, que es del Centro de Memoria de la Providencia que queda en Antofagasta, me recuerda que ellos nunca han podido estar en lugares como la Universidad de Chicago, o la de Toronto. Entonces tengo que ir y mostrar esta verdad en estos espacios.
AB: ¿Cuál es tu reacción a que definan tu arte como arte político?
Me carga que le digan “political art” or “relational art”. Para mi es arte y punto. Si estáis cambiando la cultura, es arte. Si estáis haciendo triángulos para venderlos, es un objeto de consumo. Es tán importante hacer la diferencia. Yo no tengo el privilegio de hacer triángulo. Porque aunque yo haga triángulo, lo van a interpretar de la manera que les conviene. Aunque hiciera mariposas, lo van a capitalizar. ¿Quién tiene el privilegio de la neutralidad? ¡Si todo el arte es personal!
AB: Resueno mucho con esto. Especialmente cuando estás creando espacios y herramientas a través de tu arte que van más allá de tu vida o incluso de tus relaciones. Se convierte en algo para todos.
SM: Exacto. Es la historia de Chile. Y esa es la cosa, cuando yo vengo como artista desde Canadá con fondos canadienses haciendo este trabajo, las autoridades chilenas no me van a decir que no porque van a quedar pésimos. (ríe)
AB: Algo que me encanta de tu práctica es la intencionalidad con la que le juegas con las dinámicas de poder: invertir lados, regenerar recursos y reubicar fondos. Es casi una forma de alquimia.
SM: Totalmente. La mayoría de las mineras son canadienses. Que devuelvan algo, me entendi? Mi meta es seguir usando fondos de acá para continuar haciendo estos proyectos. Y entiendo que todo el capital cultural que el gobierno Canadiense toma de mí, sé se lo van a tomar para la eternidad de mi vida. Es tan de carne. Pero todo ese enojo lo saco, tomo lo malo y lo transformo. Tenemos que hacer memoria, en vez de rechazarlo porque nos da tanto dolor.
Hay muchos que creen que no hacemos investigación, que somos puro down with the monarchy (ríe), pero hay tanta investigación y todo se hace en comunidad. Las relaciones que surgen de estos proyectos han sido cruciales, no sólo entre el equipo y los familiares de los detenidos desaparecidos, sino también con la comunidad en general. Se pudo conocer a los familiares, y humanizarlos ayudándoles a darse cuenta de que esto le puede pasar a cualquiera. Les hicieron un acto, pusieron los tejidos en la calle, en la plaza pública. Y esa es la cuestión. El tejido en una galería no se toca. Por favor, ¡póngalo en la calle!
AB: Qué desafío, ¿no? Trabajar dentro de algo tan urgente, reconociendo que es un camino de vida, enraizado con todo lo demás que una está viviendo.
SM: Ha sido duro. Es muy, muy duro el trabajo. En todos los frentes. Yo creo que después de esto como que merezco hacer mariposas, ¿no? (ríe) Pero por eso mismo, tengo pocos pero cercanos, y nos hacemos un ambiente súper acogedor, con mi esposo, con mi taller en casa.
Siempre he sido un ser del exilio, entre los dos países. Y estas dos geografías en las cuales habito tienen una relación colonial e imperialista demasiado fuerte. Mis proyectos no se tratan solamente de algo que pasó en el ‘73 hace 50 años atrás. Vuelvo a mi región y el agua no está porque los ríos están literalmente secos. Y es el Ontario Teachers Pension Plan que son dueños. Entonces me pregunto, ¿qué necesitan escuchar estos locos? Un facho nunca me va a escuchar. Pero a un profe le puedo compartir todo lo que estamos haciendo, todas nuestras investigaciones y proyectos y tal vez lo entienda. Y tal vez después vote para no seguir invirtiendo en el agua de Chile, y te suelte el agua.
Me encanta que la gente con la que vivimos esto nos diga trabajadores de memoria.Ojalá el neoliberalismo suelte el arte, porque haríamos huevadas increíbles. Por eso, no es “socially engaged practice”.
Es arte. Esto es el arte. ¿Me entendí?
La entrevista ha sido editada para mayor claridad.
¹ Bélgica Castro Fuentes es una arpillerista que formó parte del primer taller de arpilleras del Comité Pro Paz en Chile.
² En 2019, Chile quedó sólo detrás de Estados Unidos como el país con el mayor número de activos mineros canadienses, representados por 53 empresas canadienses que explotan la riqueza mineral de Chile.
³ En 2007, la OTPP comenzó a invertir a través de su unidad chilena, Inversiones OTPPB Chile II Limitada, en servicios de agua y saneamiento en Chile. En 2011, aumentó sus acciones y ahora es el accionista mayoritario de tres importantes empresas de servicios públicos chilenas, lo que la convierte en el mayor inversor en servicios privados de agua y saneamiento de Chile. Fuente: Proyecto Planeta Azul